jueves, 11 de octubre de 2012

Noche de luna llena

Es suave el cielo, claro, sin estrellas. La noche se ilumina aparatosamente. Hay embrujos en e ambiente, terror en el campo. Las pitas se erizan agrias. Mochuelos y búhos, lechuzas y otos, salen de caza, depredadores intensivos de la fauna pequeña y descuidada. No hay silencio y eso que el silencio es grande. Pero pavoroso. La luna hiere el cerebro del caminante, que se apresura a retirarse lo más rápido posible.  Miedo, soledad en compañía. Carreras presurosas de alimañas asustadas. El fiero alacrán yace escondido entre las piedras, buscando el ser olvidado. La peligrosa tarántula no caza, aunque en sus redes acanastadas caigan insectos de jugoso néctar.

Las sombras se van alargando, como dedos asesinos que busquen los miembros de sus víctimas rituales. No hay paz en la noche de paz intensa. Hay terror, hay inquietud desesperada. Corren malos vientos en la noche de levante en calma; un viento que no mueve las hojas de los árboles, pero que es huracán transportando maleficios. Parece que del cercano cementerio se escapan almas incoherentes buscando una venganza contra el mundo de los vivos. Van rodeadas de una aureola de hastío con volantes de maldad y sañuda agonía, triste y desesperada.

Todo se rompe con el primer rayo de la luz del alba, que a lo lejos, aparece inquietante, dominadora, poniendo en fuga a los dueños y señores de la noche. En el Sur, las cosas pasan así.

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