martes, 22 de abril de 2014

Tearplace

Empieza como todas las historias. Una persona, en algún lugar, comprende algo que cambia su vida. Normalmente es para bien o para mal. Nunca hay término medio. En la vida los términos medios no existen, por eso en las historias tampoco deberían. 

Empieza como todas las historias. Se construyen sueños, unos encima de otros, o superpuestos, o que no tienen nada que ver los unos con los otros. Pero se construyen. Con el tiempo esos sueños crecen, igual que la persona que los ha construido. Algunos parecen cercanos, pero, lo mismo que sucede con el horizonte, nunca son alcanzables. Y se acaban rompiendo. Otros estaban cimentados en arenas movedizas, cambian de lugar, cambian su estructura. Cambian su misma esencia... pero se acaban hundiendo. Otros, los pocos que quedan, están ahí, al alcance de la mano, pero tras haber perdido a todos los demás, se ven inútiles, banales, superfluos.

Empieza como todas las historias, con sueños e ilusión, y como todas las historias acaba. Con lágrimas.

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