lunes, 2 de septiembre de 2013

Minuto 1

Miraba el horizonte silencioso de la noche ya avanzada, parada en la azotea de aquel edificio. Sólo se veían las luces de las largas calles ya desiertas, adornadas por una triste nostalgia de tiempos en los que Ella había caminado, feliz, de la mano de su madre, y a veces de la de su pareja, por aquellas veredas. Era una noche carente de nubes, en la que cualquier noctámbulo podría observar la luna creciente, rodeada de las pocas estrellas que se atrevían a exhibirse. Se preguntó durante diez cigarros si valía la pena o no seguir existiendo cuando ya nada podía llenarla, si tenía razones para con su vida o si era el momento de acabar con ese vacío, eliminando cada pieza imperfecta de su ser.

Pensó en su madre, aquella mujer que la había visto crecer, que la abrazaba cada vez que podía, que le entregaba todo lo que tenía, y lo que no también, que intentaba aconsejarla cada vez que sus ojos se llenaban de lágrimas que no tenían razón de ser, y se preguntó si era egoísta dejarla más sola de lo que ya estaba.
                                               [...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario